La revolución de la imprenta
La “revolución de la imprenta” no fue simplemente un salto cuantitativo en cuanto al ritmo de producción y a la cantidad de copias de un texto en circulación. Hubo también cambios cualitativos. La imprenta hizo que los textos fueran más permanentes y contribuyó a la normalización de la lengua y a la aparición de ediciones fijas y uniformes. Según esta tesis, en el pasado, se habían dado momentos de renacimiento del saber griego, pero los textos fundamentales de los autores de la Antigüedad a medida habían quedado olvidados. Sin embargo, el pedido que conocemos como Renacimiento europeo redescubrió el saber de la Antigüedad de una vez y para siempre. Lo volcó a la imprenta, le dio vida eterna y, por consiguiente, ya no fue necesario someterlo a ciclos repetidos de pérdidas y redescubrimiento.
La imprenta produjo ediciones uniformes, con una ortografía estandarizada, en vez de la corrupción textual que había caracterizado a las ediciones copiadas a mano por escribientes exhaustos. Hasta el mejor escribiente era pasible de error humano, y era de esperar que cometiera, como mínimo, un error por página. La uniformidad era un cambio fundamental para obras de referencia como mapas y diccionarios.
La vida de los estudiosos se transformó. Podían consultar textos con más libertad y, lo que es aún más importante, podían comparar más fácilmente diferentes textos y sacar más provecho de las obras del pasado. Los libros ahora eran más accesibles que nunca, y así el conocimiento podía avanzar en un proceso acumulativo. Los estudiosos podían considerar y revisar el saber del pasado: no siempre debían reinventarlo. De este modo, el monje polaco Copérnico reformuló el cálculo del astrónomo Ptolomeo invirtiendo las posiciones de la Tierra y del Sol para postular el universo heliocéntrico.
El vocabulario estandarizado del libro impreso ayudó a formalizar las lenguas vernáculas. El libro tenía la capacidad de dar existencia literaria a las lenguas orales. Ayudó a difundir el uso de lenguas como el francés, el inglés, el italiano y el alemán, al tiempo que fue erosionando los dialectos populares.
La tesis de la “revolución de la imprenta” interpreta la llegada de esta invención como un progreso para el conocimiento, la ciencia, la racionalidad y la modernidad, No obstante, esta perspectiva liberal progresista se desmoronó de la mano de McLuhan. Si bien McLuhan apoyó con firmeza las argumentaciones en favor de la influencia de la imprenta, adoptó una postura muy pesimista en relación con sus consecuencias. Planteó que la imprenta había cambiado el equilibrio de las percepciones sensoriales del ser humano. Para McLuhan el homo typographicus sufrió el deterioro de sus percepciones auditivas y táctiles para pasar a confiar cada vez más en la vista. Como resultado, se fue alienando de su propia naturaleza perceptiva a medida que el aprendizaje a través de los sentidos se fue compartimentando cada vez más.
McLuhan fue mucho más sensible que los historiadores que han respaldado la tesis de la “revolución de la imprenta” a la pérdida cultural que se produjo como consecuencia. Hay que reconocer que la mayor circulación de textos impreso erosionó aún más el monopolio clerical del conocimiento. Al mismo tiempo, un nuevo mundo hecho de más lecturas individuales, comenzó a socavar los valores comunitarios, a hacer de los individuos personas más críticas de las normas aceptadas y a soltar las ataduras del consenso social. Así, la imprenta era un signo de la doble alineación: el lector no solo se alienaba de sus sentidos del tacto y de la audición, sino que se alejaba cada vez más del grupo social. La cultura escrita significaba, pues, pérdida cultural. Pero todo esto se recuperó en el contexto de los medios electrónicos, que restauraron la importancia del tacto y de la audición y nos reunieron con la más amplia de todas las comunidades: la “aldea global” de McLuhan. En el “paraíso acústico” de McLuhan, el pensamiento lineal de la cultura impresa ya no es el dominante, las percepciones sensoriales están en mejor equilibrio, y hemos vuelto a reunirnos en tribus. Para McLuhan, la imprenta destruyó el “Africa interior” pero lo medios electrónicos nos han vuelto a conectar con ella.
Sin embargo, la imprenta representó un cambio significativo, pero no debe sobreestimarse su naturaleza revolucionaria. Resulta más adecuado considerarla uno de los hitos en la historia de la lectura, junto con la invención del códice (libro), el surgimiento de la lectura silenciosa y la industrialización del libro en el siglo XIX.
Matyn Lyons: “Una Historia de la Lectura
y de la Escritura en el Mundo Occidental”, 2024.