HISTORIA DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA 5

El ascenso de la alfabetización en la Edad Moderma, siglos XVII y XVIII

En las sociedades tradicionales, saber leer y escribir era monopolio de una elite exclusiva. Solo las clases burocrática y clerical tenían acceso a fuentes de conocimiento escritas, y así querían que siguiera siendo, ya que este atributo especial determinaba su poder y su estatus. Sin embargo, en Europa, este estado de “oligoalfabetización”, en el cual estas competencias eran manejadas por unos pocos, fue gradualmente cediendo paso a una alfabetización universal en la que casi toda la población aprendió a leer y escribir. En el periodo comprendido entre la Edad Media y el final del siglo XIX –momento en que Occidente alcanzó la alfabetización masiva-, un número creciente de personas tuvo acceso a este saber.

La gradual democratización de la lectura y escritura es un aspecto fundamental del ingreso en la modernidad, pero el camino hacia una mayor alfabetización fue siempre irregular. Sufrió numerosos altibajos y constantes interrupciones. El proceso de abrir el acceso a la escritura tomó diversos caminos y avanzó a diferentes ritmos en distintos contextos nacionales, de modo que no puede decirse que el camino de la alfabetización haya sido homogéneo. ¿Cuáles fueron, entonces, los factores que alentaron o desalentaron la expansión de la enseñanza de la lectura y la escritura en los primeros tiempos de la modernidad en Occidente? Dado que el proceso de alfabetización adoptó diferentes formas y abarcó muchos niveles de competencia, ¿qué significa, en verdad, ser una persona “alfabetizada” en un contexto histórico dado?

En los países católicos, Francia incluida, la alfabetización básica fue promovida por las fuerzas de la Contrarreforma durante los siglos XVI y XVII. Pero, en otros momentos, la alfabetización se estancó o descendió, sobre todo en épocas de crisis económicas profundas y generalizadas, como la que tuvo que ver en Europa desde el año 1690 hasta la década de 1730. En la segunda mitad del siglo XVIII, la tasa de alfabetización mejoró rápidamente en el mundo occidental, y esta tendencia se aceleró en el siglo XIX, a medida que se redujo la brecha entre hombres y mujeres. En los Estados Unidos, por ejemplo, Jenifer Monhagan identificó el final del siglo XVIII como un periodo de grandes transformaciones: la alfabetización mejoró y la educación primaria adoptó nuevas modalidades que respondían mejor que antes a las necesidades de los niños.

Diferentes grupos socioeconómicos tenían diferentes niveles de competencia en lectura y escritura. Una de las desigualdades más marcadas y duraderas en la evolución de la alfabetización fue la brecha entre hombres y mujeres. El acceso a la lectura y la escritura debe entenderse, entonces, desde una perspectiva multidireccional. Lo que denominamos “cultura escrita” tiene diferentes significados en distintas circunstancias sociales e históricas. La alfabetización y el nivel de competencia de escritura dependen de situaciones y necesidades específicas. Por citar un ejemplo contemporáneo, leer o escribir una carta a un padre ausente es una tarea técnica y culturalmente bien distinto de leer y comprender la póliza de un seguro de vida. La alfabetización no puede entenderse fuera de su contexto social; adquiere significado solo en relación con tareas y necesidades concretas. Cuando hablamos de la debilidad de leer en el siglo XVII, podemos estar refiriéndonos a la lectura de la Biblia, de un periodo o una obra de filosofía; es decir, situaciones todas ellas muy diferentes que exigen diferentes tipos de competencias. Este concepto abarca muchos niveles de competencia cultural. Al mismo tiempo, no hay una división tajante entre alfabetización y analfabetismo. Los “iletrados o analfabetos” siempre participan de la cultura escrita, aun cuando su universo de comunicación sea primordialmente oral.

El pedagogo Paulo Freire recordó las palabras de un hombre analfabeto de Recife, en el nordeste de Brasil, que sentenció: “Quiero aprender a leer y escribir para dejar de ser la sombra de otros”. La alfabetización por sí sola nunca sacó a nadie de la pobreza, pero miles de personas abrigan la convicción de que allí está la llave de la realización intelectual y la plena participación democrática en el mundo moderno.

Martyn Lyons: Una Historia de la Lectura

 y la Escritura en el mundo Occidental, 2024.

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