LA BRÚJULA MAGNÉTICA

Mi origen es milenario. Fueron los chinos, esa gran incógnita moderna los que descubrieron el magnetismo terrestre para orientarse con certeza en el espacio geográfico. Siglos I, IV y X en China, no busquen más mi inicio; en el siglo XII los europeos, sagaces oportunistas proactivos, diseñaron la primera brújula magnética conocida en navegación marítima para orientarse según el campo magnético de la tierra.

Las líneas de fuerza que me guían son sinuosas, nunca se cruzan y convergen en los polos norte y sur magnéticos. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que existen otros competidores para hacer más compleja la tarea de orientarse, ellos son el norte y el sur geográficos, allí donde el eje terrestre guía la rotación de la tierra.

Pero yo, sin renuncias a mis empleos iniciales, logré instalarme a perpetuidad en las cabinas de los aviones. Su velocidad ha complicados las cosas y la lectura del Rumbo debe dilucidarse mediante dos correcciones que tiene como protagonistas al ángulo de inclinación y la variación magnética. Con el paso del tiempo he transformado mi presentación visual, me han hecho más precisa y elegante en armoniosos instrumentos integrados. Sin embargo, siguen respetando lo esencial de mi dogma, aquello que la ciencia ha demostrado con pertinaz obsecuencia. Bienvenido el GPS, una gran creación moderna que se agrega al entramado de la navegación aérea. No es mi competidor porque la tradición, la ciencia y la historia reconocen la voluntad del hombre por guiarse bajo la magia de la Rosa de los Vientos, encontrar el norte para hacer realidad el sueño de los mortales.

Lucía mi orgullo cuando, instalada sobre el panel de instrumentos, dominaba el panorama de la cabina de vuelo y el piloto, atento siempre al desarrollo del vuelo detenía, una y otra vez, su mirada sobre mi gallarda figura para confirmar su rumbo como si se tratara del mejor destino de su vida. La presentación visual que los ingeniosos técnicos diseñadores adquirió con el paso de los tiempos distinta forma. Como los libros de literatura clásicos que perduran por lo esencial de su planteo, mi corazón es la Rosa de los Vientos, poética expresión para señalar los 360° de un majestuoso círculo de proverbial imagen. También hay en mí mucha ciencia: un recipiente de transparente alcohol metílico, potentes imanes de movimiento pendular y un aro metálico ligero marcado cada 30° y graduado en 10°.

Cuando miro al Piloto aprendiz concentrado en la maniobra que indica un viraje a determinado rumbo magnético me esmero para disimular los errores de viraje y aceleración que la tecnología no puede evitar. Presumo que ha leído con atención el Manual de Vuelo puesto que mi comportamiento en el Hemisferio Sur tiene varias contradicciones. A veces cuando mi ejecutante inicia un viraje desde el rumbo norte mi indicación es en el sentido correcto pero acelerado y lo contrario si lo hace desde el rumbo sur. Siento alivio en su rostro cuando lo hace desde rumbos este y oeste porque ahí luzco precisa y amigable.

Con la perspectiva del tiempo, el Piloto reconocerá en mí un sólido cimiento en su aprendizaje. Es el rumbo el que marca el destino final de un vuelo y determina la numeración de las pistas de aterrizaje en aeródromos y aeropuertos; es la presión sobre el comando de vuelo para iniciar el viraje que nos conduce al rumbo deseado; la perilla que el navegante manipula para que el piloto automático guíe el avión al curso indicado por el Control de Tránsito;  la dirección indicada de una aerovía o la línea central del localizador del ILS; la trayectoria en un radar meteorológico que evita una tormenta o simplemente la línea que traza el piloto en la carta geográfica para planear su vuelo de navegación.

“Detrás del nombre hay lo que no se nombra; / hoy he sentido gravitar su sombra/ en esta aguja azul, lúcida y leve…” ha versificado Jorge Luis Borges sobre la brújula. Silenciosa presencia en la cabina de vuelo, educando sobre un insustituible principio del vuelo, creadora de metáforas poéticas, expresión que solo tiene un significado y los 360° de comprobable probidad. El Norte un sabio protagonista donde el 0° marca una apertura pero también el mejor destino humano. La brújula magnética, esa singular cajita que protege a la fértil aguja imantada.

 

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