Los tres orígenes raciales
La diversidad étnica en una amplísima zona geográfica es lo que explica los distintos aspectos físicos del aborigen americano. Se puede indicar que los indios pertenecen a una raza cáucaso-mongoloide. El insigne Almirante de la Mar Océano los describe como hombres de buen aspecto y amables. Su primer mensaje a los Reyes Católicos abunda en términos elogiosos. Esta primera impresión refiere al grupo de los Taínos plantadores de algodón y de la manufactura del tejido, elaboradores de adornos de oro y talladores de piedra y madera. A este carácter pacífico se antepone la imagen de los Caribes, pueblo guerrero y cruel que asola al “noble salvaje” taíno de Colón. Diversidad, rivalidad, conflictos entre indios favorecerán la conquista.
La dispersión espiritual y lingüística de la América precolombina muestra núcleos diferenciados en cuanto a su desarrollo. Grandes unidades políticas caracterizadas por una mayor diferenciación social, economía generadora de excedentes de producción, comercio terrestre que utiliza estructuradas vías de comunicación. También el uso de la vía marítima y la construcción de embarcaciones. Núcleos urbanos con espacios públicos y centros religiosos, producción agrícola con obras de ingeniería de regadío, pastoreo de animales, explotación de la pesca, expresión intelectual por la observación natural, la creación religiosa, la artesanía y el arte.
El aborigen americano va a sufrir como tal el impacto de la conquista europea, su signo trágico más elocuente es la disminución de su presencia física. Aún no se despeja con claridad su dimensión humana, sus capacidades intelectuales, morales, físicas. Sufre además la incomprensión del nuevo elemento, el criollo, heredero del paradigma europeo y rehén de su propio protagonismo político y social.
El inmigrante español no estuvo exento del celoso control de la autoridad real española. Su vértice es la Casa de Contratación de Sevilla creada en 1503 y dirigida en ese entonces por Juan Rodríguez de Fonseca. Las Indias Occidentales no reciben judío, moros y herejes. Se puede afirmar que hubo una esmerada política de emigración para el poblamiento de América: “La legislación migratoria española no sólo excluía a determinados grupos de personas de la colonización en ultramar, sino que procuraba que en América se asentara colonos particularmente útiles y dignos de confianza. El gobierno promovía, ante todo, el asentamiento de familias de campesinos y artesanos en el Nuevo Mundo. (…) Se fomentaba la partida de familias y tempranamente se aspiró que hacia las tierras descubiertas en ultramar se trasladaran mujeres. Ya en los primeros contratos de colonización (1501), los reyes exigían que los emigrantes fueran y llevaran consigo sus mujeres e hijos”.
Se estima que durante el siglo XVI unos trescientos mil españoles emprendieron viaje hacia el Nuevo Mundo, aunque no todos permanecieron por el resto de sus vidas. Se puede afirmar que todos los niveles sociales de España de la época se encuentran representados en América.
Un tipo humano va a caracterizar al español de la colonización. La figura del navegante pasa por Cristóbal Colón y su generación del descubrimiento y exploración. Es en realidad el “conquistador-poblador-colonizador-vecino” que a cambio de su esfuerzo, coraje, audacia pretende un dominio señorial de la tierra y elevarse en la escala social. Los habrá buenos y malos, pero configuran un tipo de personalidad que despierta la admiración en las distintas regiones de América. Recoge la tradición de la acción reconquistadora de su patria, se le reconoce en un principio como un guerrero que adopta en la lejanía un particular concepto de su libertad. Cercano a la tradición medieval intenta establecer su propio señorío pero se enfrenta con la oposición de la autoridad real. Aspira al enriquecimiento, al poder en sus líderes y se constituye en un celoso custodio de su honra.
Al conquistador y los primeros pobladores se le agrega la figura del funcionario y como veremos más adelante al otro gran protagonista de la conquista: el clérigo.
La demanda de mano de obra y un interés comercial provoca la afluencia de negros africanos de condición esclava a la América española. Los primeros esclavos que acompañan a sus señores en las expediciones de conquista demuestran una particular utilidad para una nueva forma de vida. En las plantaciones de caña de azúcar y en los ingenios para su producción se muestran más aptos que los indios para el trabajo.
Singular diferencia hace el español entre el indio y el negro. Aquél rápidamente se constituye como súbdito de la Corona, éste –aún cristiano- continúa largamente en su condición de esclavo. El propio gobierno español ordena a la Casa de Contratación el envío de negros esclavos para aliviar el trabajo del indio. Bartolomé de las Casas que en un principio recomendó su introducción para aliviar las penurias de los indios, se arrepiente con posterioridad ante la evidencia de su injusticia. Para el gobierno español predomina la realidad económica y se estima que hacia 1570 había en Hispanoamérica 40.000 negros, alcanzando una cifra de 857.000 en 1650 para alcanzar a 2.347.000 al final de la conquista.
Próxima entrega: “La mezcla de sangre”.