Picasso era esencialmente autodidacta, independiente. Careció del beneficio de un entrenamiento académico completo, y si su dibujo es a veces débil en consecuencia (uno de los mitos más consistentemente esparcidos sobre Picasso es que era un dibujante magnífico), fue excepcionalmente habilidoso, desde una edad temprana para explotar sus muchas e ingeniosas ideas artísticas. Siempre se mantuvo atento al mercado y siempre supo que se vendería. Vendió sus dibujos desde los nueve años, y aunque su producción llegó a ser y siguió siendo prodigiosa a lo largo de su vida, nunca tuvo ninguna dificultad en la comercialización.
Nacido en Málaga y luego de permanecer en Barcelona por unos años, Picasso, en 1904, se trasladó a París dejando España para siempre. Vio que París, con su preocupación por la novedad y la moda, era el lugar en donde podía brillar y llegar hasta la cima. Picasso fue, quizá, el artista más inquieto, experimental y productivo que haya vivido jamás. Pero todo tenía que hacerse a máxima velocidad. Era incapaz de dedicar cuidado, tiempo o esfuerzo sostenido a una obra de arte. Por 1900 producía una pintura cada mañana, y hacía otras por la tarde. Probó con la escultura, las máscaras y el simbolismo, entre otras formas de expresión, y desde entonces hasta su muerte, a la edad de noventa y dos años, siguió siendo un maestro de espectacular producción, trabajando sobre papel y lienzo; en piedra, cerámica y metal; en cada variable posible de medios combinados. También diseñó carteles, anuncios, escenografías y vestuario para teatro, vestidos, logotipos y casi toda clase de objetos, desde ceniceros hasta sombreros. El número de sus creaciones supera los 30.000.
El trabajo de Picasso se puede dividir en ocho períodos cronológicos. El primero constituido por sus primeras obras, duró hasta finales de 1901. Luego vino el “período azul”, con una paleta de colores predominantemente azul, figurativo en estilo y centrado en personajes teatrales, prostitutas, marginados, prisioneros y mendigos. Este período duró hasta 1904 (otoño) y también incluyó la escultura y el aguafuerte. Luego vino el “período rosa” con mucho uso de tintes color rosa y carne, otra vez con figuras (principalmente payasos) pero desencajados de los objetos del entorno y del espacio. En 1906 Picasso cambió otra vez: experimentaba con formas y figuras primitivas y se alejaba del arte representativo. Para 1907 fue capaz de producir Les demoiselles d´ Avignon, quizás el más importante e influyente de todos sus trabajos, en el cual se desvinculó de la naturaleza y la representación y adoptó el análisis lineal. Esto condujo directamente a su cuarta fase, el cubismo de 1907-1908. Él y Braque utilizaron el último trabajo de Cézanne para desarmar objetos y volverlos a armar con bloques y líneas. El objetivo era, o se dijo que era, alcanzar mayor solidez y de esta manera mayor realismo que la mera representación. El cubismo en esta original, así llamada fase “analítica” fue la más sensacional de las revoluciones de Picasso, puesto que rompió el cordón umbilical que ligaba el arte al mundo de la naturaleza y del cuerpo humano. Esto suscita un problema lógico sobre Picasso. Si el cubismo fue su invención más grande, ya que hacía sonar las campanas fúnebres de la representación en el arte (o así lo indican la mayoría de los historiadores del arte), ¿por qué los coleccionistas, los museos y el mercado del arte le dan un valor mucho más alto a los trabajos de sus períodos anteriores, especialmente el período azul, cuando seguía siendo un artista de la representación?
En 1912, Picasso reinventó el viejo truco de pegar pedacitos de papel sobre sus lienzos (especialmente pedacitos de periódico, para presentar un elemento de comentario literario-político) y de construir sobre el mismo insertando objetos sólidos, tales como pedacitos de guitarra, de alambre y de metal. Este trabajo, conocido como cubismo sintético fue otro paso en su cuarta fase. Duró hasta la Primera Guerra Mundial y suscita otro problema lógico. SI el cubismo fue una manera de introducir un nuevo grado de solidez y de realismo en la representación de objetos en una superficie plana, ¿la introducción de objetos sólidos (tridimensionales) en la obra de arte derrotaba el propósito absoluto del método cubista? Este problema, como el anterior, nunca ha sido resuelto satisfactoriamente por los escritores que tratan sobre Picasso.
Después del cubismo sintético, Picasso pasó los años de la guerra y de la posguerra trabajando en teatro, diseñando vestuarios y escenografías y pintando telones de fondo. Pero, además, en los años veinte empezó y abandonó una quinta fase, el clasicismo, usando imágenes de la antigüedad. En 1925-1935 recorrió una sexta fase, el surrealismo, aunque nunca fue un surrealista como tal. Durante la Guerra Civil Española se apuntó hacia los temas políticos, su séptima fase. A petición del controvertido gobierno republicano, pintó un gran lienzo, Guernica, para el pabellón español en la Feria Mundial de París de 1937. Éste junto a Les Demoiselles d´Avignon fueron sus cuadros más conocidos. Sus últimos años constituyen la octava fase. Sus trabajos ahora ofrecían modelos particulares, minotauros, variaciones sobre los viejos maestros, tales como Velázquez y Goya, peleas de búfalos y crucifixiones. Todos estos temas superpuestos y difíciles de distinguir. Y cada fase del trabajo bidimensional de Picasso se superpuso con la escultura, la cerámica y las construcciones, así como ejercicios de litografía, grabados y aguafuertes, ilustración de libros y diseño de vestuario y más trabajos, grabados y aguafuertes en teatro.
Sobre el impacto creativo, hay que decir que, si se borra su presencia de la historia del arte en el siglo XX, queda un agujero inmenso. Es imposible saber que dirección habría tomado el arte si Picasso nunca hubiera existido.
Próxima: 3ra. Entrega
Extractado de: Paul Johnson, “Creadores”.
Foto de portada: Les Demoiselles d´Avignon