PICASSO Y WALT DISNEY ¿Hay un lugar para la naturaleza en el mundo moderno? (4)

Luego del ratón Mickey, Disney creó otros personajes: la Ratoncita Minnie, el Gatito Fígaro, la ardilla Chip, el Cachorro Pluto, el Perro Goofy y el Pato Donald. El énfasis de Disney en la importancia del sonido y la canción en los dibujos animados finalmente resultó justificado por su dibujo animado Los tres cerditos, hecho en 1932. Un guionista de animación, Ted Wears, escribió una serie de estrofas con el estribillo “¿Quién le teme al gran lobo malo?” y un joven músico del estudio, Frank Churchill, quien nunca había compuesto antes, ideó la maravillosa sinfonía. El resultado fue uno de los hits  más grande de la canción del siglo XX y una frase de moda que resonó a través del mundo. Esta canción  o solo lanzó a los cerdos en su vida cinematográfica sino que además le dio a su imagen animada una vida universal aun después de que el dibujo animado se marchitara.

En la opinión de Disney, la naturaleza era una fuente más rica de humor que la imaginación humana. Lo que él y su equipo proveyeron fue antropomorfismo. En 1934, Webb Smith ideó y Norm Ferguson animó una secuencia en la que el cachorro Pluto intenta sacarse de encima una tira de papel matamoscas. Esta magnífica pequeña película tuvo una enorme influencia en la industria de los dibujos animados. Encantó al público porque el perro sigue siendo un perro a la vez que se le ha dotado con recursos humanos: determinación y furia obstinadas. Disney podía antropomorfizar con éxito solamente si mantenía sus movimientos animales altamente realistas, y si los ubicaba contra fondos convincentes. Consideraba el color como un don del cielo, casi tan crucial como el sonido, porque aumentaba el realismo enormemente. Con la producción de Árboles y flores mostró el enorme salto que el color permitía en la pintura de la naturaleza. También fijó los nuevos estándares para los futuros fondos realistas de los personajes animados.

Disney ponía la excelencia delante de cualquier otro factor, y el estudio apenas tenía ganancias a pesar de sus enormes ingresos, puesto que el efectivo que entraba inmediatamente se invertía en nueva tecnología y mejores artistas. Disney empleaba a los mejores artistas que podía conseguir y les encomendaba tareas que los forzaban a llegar hasta el límite de sus capacidades si probaban ser lo suficientemente buenos, al igual que Rubens empujó la carrera de Van Dicks, su más destacado ayudante. Además del trabajo de Iwerks sobre el Ratón Mickey, Carl Stalling diseñó La danza del  esqueleto en la primera de las Sinfonías Tontas, Albert Hurt hizo los escenarios y los personajes para Los tres cerditos, Art Babbit fue responsable de Goofy, y Clarence, Nash le dio al Pato Donald su voz (en adelante conocido como Nash Ducky). El estudio era un lugar de gran creatividad, interactivo, tenso y a veces histérico cuando se presentaban, discutían, elegían y descartaban las nuevas ideas.

Con la producción de Blanca nieves y los siete enanitos en 1938, introdujo numerosas innovaciones artísticas y técnicas que transformaron el arte de las películas animadas. Involucró más de dos millones de dibujos y formó parte del más grande proyecto de la historia del dibujo, que había comenzado 40.000 años atrás en las cuevas de Francia y España. Fue un éxito de crítica y comercial enorme y marcó el punto en el cual la animación alcanzó la madurez como forma de arte. El impacto en cada forma del arte comercial, el arte de la moda, y de hecho en las bellas artes fue incalculable. La apariencia de Blancanieves llegó a cambiar la manera en que las mujeres, desde las adolescentes y las artistas profesionales y las modelos, deseaban vestirse, sonreír y comportarse. Entre los niños, la película fue el más grande éxito del entretenimiento juvenil registrado jamás, como lo mostraban la excepcional cantidad de alumnos que faltaba a clase para ver las presentaciones de la tarde; y la enseñanza del arte en las escuelas atestiguó su efecto en la forma en que los alumnos procuraban dibujar. La escena de la tormenta y el vuelo a través del bosque fueron particularmente dramáticos en sus efectos sobre la conciencia visual, y no sólo entre los jóvenes.

El instinto de Disney era siempre volver a la naturaleza (mientras que Picasso pretendía alejarse de ella). El éxito de Blancanieves financió una serie de cuatro largometrajes, realizados entre 1938 y 1944: Pinocho, Fantasía, Dumbo y Bambi. Todas estas exitosas películas exploraron fenómenos naturales, ya sea de animales, vegetales o climáticos, en nuevas formas visuales. Disney insistió en transformar a Pinocho de una marioneta en un pequeño muchacho. Fantasía no sólo utilizó sus animales, incluyendo a Mickey como El aprendiz de hechicero, sino que además hizo un asombroso uso de fondos de mar, pantano, montaña y bosque, utilizando composiciones de música para el sonido. La secuencia del dinosaurio en el pantano prehistórico usada para ilustrar La consagración de la primavera de Stravinsky fue la primera exploración moderna de la era de los reptiles en beneficio de los niños, una precursora de incontables imágenes por venir. La sinfonía pastoral en la película inspiró a Disney para resucitar la naturaleza retratada por el movimiento simbolista de 1890, y algunos de los estudios de preproducción hechos por el estudio Disney para esta sección (hecha en pastel) son de gran belleza. Los bailes en esta película son a menudo ejercicios extraordinarios de animación antropomórfica, pero los movimientos de los animales están basados en la naturaleza. También lo están los efectos atmosféricos de la sección final, Una noche en el Monte Calvo. Dumbo, la película del circo, y Bambi, esencialmente una película de la naturaleza, muestra la distancia inmensa que Disney y su estudio habían recorrido en el arte de la animación desde que hicieran su primera película del ratón.

La lógica de la invención de Disney significó que, eventualmente, se volcara a filmar la naturaleza en sí misma, viva pero inanimada. El resultado fue una serie de películas como La isla de las focas, filmada en Alaska; La gran pradera, filmada en el medio oeste, y El desierto viviente. Estos no fueron, los primeros documentales de la naturaleza, pero su alta calidad profesional y el nombre de Disney dieron un ímpetu al género, que se conservó el resto del siglo veinte y el siglo veintiuno, especialmente en la televisión. El amor de Disney por la naturaleza, por supuesto, siempre iba de la mano de la fantasía, y esa combinación se refleja en sus últimos largo metrajes tales como Alicia en el país de las maravillas (1957), Peter Pan (1953), La dama y el vagabundo (1955), hecho en el nuevo CinemaScope, y La bella durmiente (1959). Disney experimentaba siempre con ideas novedosas y nuevas tecnologías –de modo bastante similar, debe decirse, a Picasso- y en Ciento un dálmatas (1961) utilizó la nueva cámara de Xerox, la cual influyó en gran medida en el fondo y en la animación. Su Libro de la selva, la última película animada de Disney, presentada en 1967, el año posterior a su muerte (de cáncer de pulmón; Disney era un fumador empedernido), usó nuevas técnicas de grabación para transformar las voces de los animales habladas por actores conocidos. Disney también resucitó su vieja técnica (de la época de Alicia) de combinar la animación con actores verdaderos en Mary Poppins (1964). Esta película explotó las nuevas técnicas disponibles –permitiendo a Dick Van Dyke bailar con pingüinos animados, por ejemplo- e hizo que el estudio ganara más dinero que con cualquier otra película presentada a lo largo de la vida de Disney.

En sus últimos años, y después de su muerte, el estudio continuó haciendo importantes películas animadas, siguiendo su prescripción de enaltecer y de no olvidar nunca la naturaleza. Al final, la naturaleza es la fuerza más poderosa de todas.

 

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