Volando en el 2048

Ronald Spencer,” Rody”, para los amigos , es un ejecutivo de cincuenta y cinco años, divorciado y con dos hijas. Tiene el biotipo clásico del hombre de mediana edad que sufre cada mañana cuando el espejo, inmisericorde, le muestra los lentos pero implacables avances de su calvicie.

Con un rápido movimiento de dedos cubre rápidamente la ofensiva calva y continúa, ya recuperado, contemplando su narcisista imagen.

Hace calor en Nueva York, condición meteorológica que le ha permitido correr por el Central Park, como lo hace diariamente, a pecho descubierto.

Detalle no menor si se considera que Rody está orgulloso de su peludo torso ceniciento que destaca un bronceado envidiable, producto de una cama solar que oculta en el dormitorio de servicio.

Es difícil que Ronald caiga en depresiones, su ego, del tamaño de un globo aerostático, lo preserva de tales circunstancias.

Pero hoy será la excepción que confirme la regla.

Ronald se considera un hábil y disimulado seductor. Secretarias jóvenes que podrían ser sus hijas, constituyen sus blancos preferidos.

La convicción de, hábil y disimulada, corre por su cuenta. Todas soportan con obligada sonrisa, sus elementales acercamientos y han llegado a odiar el fino aroma del Vetiver de Puig  que anuncia su presencia.

Sin embargo, desde hacía seis meses, a todos había sorprendido un cambio de actitud que significó un respiro para las sufridas oficinistas.

Madga Sorensen, una rubia a la que llaman “ la sueca”, es una espléndida mujer que ocupa el cargo de secretaria personal del Vicepresidente de la compañía.

Un “target” que Ronald siempre consideró fuera de sus posibilidades.

El coctel protocolar con motivo del cumpleaños del Vicepresidente, donde se invitaba a todos los ejecutivos de la empresa, desde los de mayor categoría hasta los que, como Ronald, raramente accedían al piso más alto y lujoso, propició  la circunstancia.

Los detalles del encuentro entre Magda y Ronald no trascendieron.

Tampoco pudieron hacer pública su relación. Estrictas normas de funcionamiento empresariales, lo prohibían, pero era un secreto a voces que Ronald, en el colmo de su vanidad, se encargaba de difundir a los cuatro vientos.

Cuándo se cumplían seis meses exactos del primer encuentro, una escueta nota en un sobre rotulado Confidencial, leyó : Ronald, he decidido que nuestra relación debe terminar. Por nuestro bienestar común en la empresa no me escribas ni me llames. Podrías comprometerme. Magda.

Tardíamente se enteró que la “ sueca” tenía un romance con el Vicepresidente.

Profundamente herido en su amor propio agradeció el tener que viajar esa misma tarde a Londres.

El vuelo tranquilizaba su inquieto espíritu. Las compañías aéreas, aunque no todas, habían transformado las cabinas en un remanso plácido y confortable

tendientes a bajar el stress  de sus pasajeros. Tornar la avidez por llegar más rápido por el secreto deseo de prolongar el viaje. Por supuesto que ese “noble” propósito, mantenía alejado el fantasma del vuelo supersónico. Una novedad que en su momento llevara a la quiebra a dos importantes empresas.

Por esa razón Ronald elegía viajar en el Airbus 320.

Siempre recordaría lo más impactante de su primer vuelo. A treinta mil pies de altura y a punto de ponerse el sol, el techo se tornó transparente. Iluminados por la luz de miríadas de estrellas el avión parecía impulsado por un lejano y amable sonido.

Los avisos de la Empresa despertaban la curiosidad de los viajeros ofreciendo valiosos obsequios , que sin mencionarlos, inclinaban la voluntad del indeciso.

En el sobre que contenía el pasaje para este vuelo, Ronald leyó, en destacadas letras de molde : “ Usted recordará por siempre el vuelo 994 con destino a la ciudad de Londres”.

Sumido en su bajón anímico le prestó poca atención a la promoción, sin embargo creyó descubrir de que se trataba cuando, al acercarse al despacho de la Compañía y atravesar una ancha línea amarilla pintada sobre el mármol , una azafata  se le acercó sonriente.

  • ¿Señor Spencer? Bienvenido a bordo. Me llamo Milka- dijo mientras extendía su pequeña mano que Ronald estrechó delicadamente- seré su azafata personal mientras dure su vuelo a Londres.

Después la siguió dócilmente por ascensores y plataformas móviles hasta el interior fresco y perfumado de la enorme aeronave.

El asiento ergonómico se ciño a su cuerpo con una presión amable, pequeños sensores indicaban en una pantalla virtual las reacciones de su cuerpo. Su presión arterial y el ritmo cardíaco, algo elevados, comenzaban a normalizarse.

Cuando la sed comenzaba a mortificarlo escuchó, como un susurro, la tenue voz de Milka.

  • ¿Señor Spencer? ¿ No desea tomar algo fresco?

Sorprendido Ronald giró la cabeza y la vio a su lado.

  • Rody…por favor…llámeme Rody… y ¡ Cuanto le agradecería una cerveza bien helada!
  • Muy bien…Rody…solo tardaré un instante.

Dependiendo de su ánimo Ronald podía aislarse o integrarse al resto del pasaje por medio de pantallas virtuales. Al atardecer observó por un rato el campo de golf virtual con pantallas holográficas donde algunos pasajeros pasaban el rato.

La cabina ancha y cómoda permitía una zona de ocio donde estirar las piernas, una sala de conferencias y un bar.

Ronald prefirió aislarse. Volaban sobre el mar. El sol declinaba en el horizonte.

Decidió cenar temprano.

Antes de escuchar su voz presintió su presencia.

Y supo que le ofrecería traerle la cena. Y él le diría- Si, por favor Milka… quiero estar preparado para cuándo desplieguen la cubierta transparente…ansío volver a ver el cielo nocturno- y quizás agregaría, temeroso por primera vez ante una mujer- y si le sobrara un tiempito disfrutaría mucho de su compañía…es que hoy me siento muy triste.

  • Después de cenar…después de cenar- creyó sentir en un susurro- vendré a acompañarle… no quiero que esté triste… Rody… no quiero que esté triste.

Fue una noche muy larga o quizás muy breve. Ronald nunca sabría definirla. Tendidos en sus asientos, parecían formar parte de la cúpula infinita que los cubría.

La mano de Milka, pequeña y tibia, se apoyaba sobre el recio antebrazo de Ronald. Y dejó que una ternura profunda, lejanamente perdida, lo colmara.

Todos los cielos se parecen. El cielo de Delaware, la casita en las afueras de Wilmington, muy cercana a la bahía. Era una noche de verano. Tendidos en el pasto junto a su mujer, las niñas persiguiendo bichitos de luz. El tiempo parecía haberse detenido. Se habían acostado tarde.

Amanecía. Cerraban la cubierta transparente. No tardarían en llegar a destino.

Milka se había ido. Había prometido dejarle su dirección y teléfono.

Volvió a verla cuando se presentó para acompañarlo hasta la salida del aeropuerto. Experimentó una alegría intensa al comprobar que traía en sus manos un sobre. Respiró aliviado. Había dudado de su suerte.

Caminaron juntos hasta el borde de la línea amarilla que marcaba el límite de la compañía.

Le entregó el sobre cuándo se despedían con cariñosa formalidad.

  • Adiós… Rody…espero que volvamos a vernos pronto.
  • ¡No lo dudes… Milka… no lo dudes!- respondió pletórico de optimismo.

Apenas se habían cerrado las puertas corredizas del aeropuerto cuando, con irreprimible ansiedad, rompió el sobre.

Y leyó la nota encabezada con el logo oficial de la compañía.

“ Estimado señor Ronald Spencer.

Apreciado viajero habitual.

 Usted acaba de experimentar la última adquisición de nuestra empresa.

Se trata de Sophia, un robot humanoide desarrollado por la compañía , con sede en Hong Kong, Hanson Robotics.

Sophia tiene inteligencia artificial, procesamiento de dato visual y reconocimiento facial.

Sophia también imita gestos humanos y expresiones faciales y es capaz de contestar ciertas preguntas y tener conversaciones sencillas en tópicos predeterminados, en este caso la aviación comercial.

Hanson diseñó a Shopía para ser una compañera adecuada para ancianos o para ayudar en casos de depresiones sicológicas no siquiátricas.

La interacción se inicia al cruzar la franja amarilla a su ingreso a nuestra sala de embarque y cesa al terminar su vuelo.

Deseamos sinceramente que nuestra promesa de que el vuelo 994 resultara inolvidable haya sido de su total complacencia.”

( Siguen firmas y saludos del Presidente, Vice y Gerentes Generales)

 

                                                                                                                                   Elbio Firpo

 

 

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