El imperio portugués tuvo precedentes a mano para todas sus empresas, bien los de la expansión marítima y mercantil en el Mediterráneo, bien las de la reconquista ibérica. La factoría comercial, la capitanía donataria y el complejo industrial azucarero son tres simples ejemplos de una lista que podía ampliarse hasta incluir incluso los aspectos de la vida diaria más íntimos o prosaicos. Los portugueses se revelaron como unos colonizadores capaces de adaptarse a las situaciones; no hay duda de que más bien debido al hecho de su reducido número en el exterior que debido a la maleabilidad cultural atribuida por Freyre. Al no tener una política imperial preconcebida, enfrentados a una gran variedad de culturas, realidades geográficas y circunstancias históricas, utilizaron en cada momento la técnica adecuada: conversión, cooperación, amenazas o la fuerza con el fin de obtener sus objetivos. No obstante, los portugueses no controlaron o desearon controlar vastas extensiones de tierra, al menos hasta el final del siglo XVII. Su imperio consistió más bien y básicamente en una serie de puertos comerciales, esferas de influencia costera y rutas comerciales. En Asia, los portugueses se concentraron en unas pocas ciudades marítimas estratégicas, presionando sobre los puntos comerciales y dominando las rutas del tráfico comercial. En África, con las excepciones parciales de Angola y Mozambique, montaron originariamente una red de factorías comerciales y de postas de comercio de esclavos, y sólo ocasionalmente realizaron expediciones misioneras o militares en el interior.
Aunque Brasil llegó a ser una excepción notable, también empezó siendo una colonia factoría, y a duras penas destacó de otras regiones durante todo el siglo XVI, cuando era la menos importante de todas las colonias ultramarinas portuguesas. Al final, la naturaleza de sus aborígenes, su suelo y clima y su ubicación relativa respecto a Europa y África, convirtieron al Brasil en una colonia con un tipo de asentamiento y un desarrollo social diferenciado. Todos los mecanismos y técnicas que los portugueses habían desarrollado en un siglo de expansión encontraron su empleo en Brasil, y uno de ellos, el complejo azucarero, constituía la fuerza dinámica originaria.
Pueblos aborígenes de Brasil
Amplias regiones de la América anterior a la conquista estaban habitadas por grupos étnicos a medio camino entre la práctica de la agricultura y la caza y la recolección; en muchos casos, por razones evidentes del entorno. Se trataba predominantemente de pueblos selváticos. Tenían poblados y cultivaban campos vitales para su sustento; pero los emplazamientos de los cultivos cambiaban de sitio con frecuencia, y de vez en cuando, los poblados con ellos. Debido a una combinación de necesidad, tradición y preferencia, dichos pueblos concedían una gran importancia a la caza y a la pesca como fuente de alimentación.
Los pueblos semisedentarios poseían la capacidad de combatir al invasor. El arco y las flechas y el nivel de destreza en su manejo era todo lo alto que cabía esperar de quienes se dedicaban constantemente a cazar y guerrear. Las tierras de selva se adaptaban perfectamente para las emboscadas y retiradas estratégicas, y el carácter fragmentado de la sociedad significaba que cada pequeño poblado habría de ser conquistado por separado. En Sudamérica se encontraban tres grupos principales por lengua y cultura, los arawaks, los caribes y los tupíes. Los tupíes sobre todo, habían realizado grandes migraciones en los últimos tiempos, y cuando llegaron los europeos, algunos grupos tupíes se encontraban en Paraguay, a lo largo de la parte principal de la costa brasileña y en la cuenca amazónica; eso sin contar poblamientos tupíes de menor importancia en otros lugares. Serían ellos quienes experimentasen una interacción más directa con los españoles y los portugueses, que quizá el resto de las culturas comparables.
Las prácticas agrarias de los tupíes era un modelo seguido por todos los grupos de este tipo, e incluían la costumbre de la roturación mediante el fuego y la utilización intensiva de la tierra hasta su agotamiento. La principal unidad social estaba constituida por un grupo estrechamente emparentado, o linaje, que habitualmente vivía bajo un mismo y amplio techo, el cual podía albergar de 30 a 60 familias nucleadas interrelacionadas. A su frente había un varón de edad; podía poseer varias esposas y concubinas, y sus subordinados estaban obligados a realizar ciertas tareas para él. Más que agrupaciones de clase o especializaciones técnicas, las divisiones de la sociedad se constituían por edad, sexo y distinción en la guerra. Para los hombres, algunos poblados contaban con un recinto especial que servía como principal punto de ceremonias e integración social. Los poblados variaban de tamaño, y cuanto más prósperos eran, mayores sus dimensiones; podían contener de cuatro a ocho de los grandes linajes mencionados. Como resultado de las constantes querellas intertribales, las empalizadas eran algo común.
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Los comienzos del Brasil Portugués