Cabalgando con mis hormonas – Groucho Marx

Las modas en medicina cambian casi tan a menudo como las ropas de la mujer.
La panacea de la salud actual se convierte en el tóxico mortal de mañana. 
La mayoría de los expertos en coronarias aterrorizan a sus pacientes actuales con los terrores
del colesterol.El hombre gordo de hoy en día se debate entre la glotonería y la supervivencia.
Le han advertido que, si no elimina el exceso de grasas, está a medio camino del cementerio.
Los alimentos que se recomiendan actualmente son tan apetecibles como una dieta constante
de papel secante. Los huevos son venenos y la gente rica que normalmente desdeñaba la 
margarina se relame ahora los labios como si fuera algo digno de comerse.
Anoche tomé la típica cena libre de colesterol: calabaza hervida, leche descremada y gelatina.
Estoy seguro que esto no me hará vivir más tiempo, pero creo que la existencia me parecerá 
más larga.
Recuerdo la época en que todos los niños eran operados de las amígdalas , si sus padres
tenían dinero. Conocí a un chico que tenía un defecto en el paladar. Su madre lo llevó al médico.
Aquel fisiólogo eminente no sabía como curar aquel defecto. Sin embargo, necesitaba en forma
urgente cierta suma de dinero para pasar otro año en la escuela médica y le arrancó las amígdalas .
La madre quedó tan agradecida por el hecho que le quitara las amígdalas a su hijo, que, como
extracción adicional, le permitió que le sacara también a ella el apéndice. Al cabo de unos meses
se fugó con la mujer. El dinero también lo puso ella, pero ésta es otra historia.
Hace algunos años, el testosterón o tetosterona, ocupó las páginas principales de los periódicos.
Se trataba de un suero mágico, procedente de Viena, que se había extraído de cierta parte del
caballo. No voy a explicar públicamente de que parte se trataba. Te diré únicamente esto: si no
existiera esta parte, actualmente no habría ningún potro.
La teoría consistía en que, si tomabas doce dosis de este suero en un período de tres meses
conseguías el vigor y la vitalidad de un semental de cuatro años. Para un hombre presión arterial
baja y de ocasionales tendencias suicidas, aquello parecía simplemente haber hallado la legendaria 
fuente de la juventud y todo lo que esto implica.
Una hora después de haber leído aquel artículo apasionante, me encontraba en el despacho del
médico recibiendo mi primera inyección. Cada mañana, al levantarme, miraba el espejo en busca
de mi desaparecida juventud. Ví muchas cosas en aquel espejo. Ví un rostro decrépito con indicios
de degeneración, unas mejillas flácidas y el hueco de quince o veinte dientes al caer. Lo que no vi
por ninguna parte, fue algo que se pareciera a lo que yo esperaba.
Después de que el médico me diera el doceavo jeringazo mágico, llegué de mala gana a la conclusión
de que también aquello era una trampa y un engaño, que el médico era un bandido y que la perspectiva  
feliz que me había imaginado era un espejismo sexual al que no podría llegar nunca, a menos que hubiera
algo cierto con respecto a esa estupidez de la reencarnación.
Al cabo de unos meses, mientras me dirigía a la casa de la caridad, me encontré casualmente con aquel
charlatán( quién iba camino del banco) que , hasta ahora, me había quitado de los pantalones doscientos
cuarenta dólares y se los había metido en los suyos.
– ¡ Groucho!- exclamó retrocediendo unos pasos a fin de observarme- ¡No, no puedes ser Groucho! 
¿Eres tú el mismo hombre que vino a verme hace tres meses  y que era una completa ruina? ¡ Si tienes
el aspecto de un hombre que no ha cumplido treinta años! ¿Estás seguro de que no eres Tony Curtis?
-¡Claro que estoy seguro!- dije de malos modos-. Soy Groucho Marx y, si aún no está usted convencido,
iré a casa y le traeré mi carnet de conducir para que lo vea.
Sonrió de un modo falso, pero prosiguió hablando con obstinación:
– Supongo que las dosis de totesterón resultaron efectivas, de lo contrario habrías vuelto a visitarme.
Estás como nuevo.
Luego preguntó, estrujando mi dinero en su bolsillo.
-¿Como te encuentras?
– Me encuentro acabado.
– ¡Hum!- gruñó, mientras se acariciaba la oreja izquierda en actitud reflexiva- ¿Quieres decirme que las
inyecciones no surtieron efecto ?
– ¡Oh! Las inyecciones me fueron estupendamente, doc, pero la medicina era un asco.
– Veamos- insistió- ¿es que el tetosterón no te ha hecho nada al fin y al cabo?
– Bueno, si que ha hecho- admití- . Ayer estuve en el hipódromo de Santa Anita e hice la milla en dos 
minutos y diez segundos.
 
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