Algunos autores han señalado cierto carácter de intransigencia religiosa en la labor misional al intentar erradicar totalmente el pasado pagano indígena. Esto produjo un enorme vacío espiritual entre las masas indígenas, que se encontraron como desasistidas por sus antiguos dioses”. El grado de convicción cristiana no tenía bases sólidas y prontamente los indígenas caían en las viejas prácticas religiosas. Cuando los clérigos comprendieron que no se podía edificar el nuevo credo sobre la destrucción de los valores culturales autóctonos se afanaron por aprender su lengua y estudiar su cultura; oportunidad en la cual, además de ligarlos emocionalmente, les permitió aprehender los elementos comunes del espíritu humano que os ligaban con aquellos seres y abonar el camino de la futura Cristiandad Indiana.
En los principales núcleos culturales indígenas se producen conversiones masivas en buena medida por la adhesión de los jefes indígenas. Estas comunidades se avinieron a la celebración del matrimonio cristiano, cuyo resultado podemos apreciarlo en lo siguiente: “El matrimonio cristiano alteró los tradicionales papeles familiares, y la brutal transición de la poligamia a la monogamia desencadenó innumerables naufragios humanos: las esposas secundarias se convirtieron en las concubinas despreciadas y arrojadas a la calle; sus hijos quedaron reducidos al estado de bastardos, desheredados y sin porvenir, y todos fueron a engrosar las filas de las víctimas de la Conquista. Así, la Iglesia saliendo del dominio de los ritos y de las creencias, deshacía y rehacía la urdimbre social que los invasores y los estragos repetidos de las epidemias, ya habían dañado considerablemente”. (Carmen Bernard). Tan crítico comentario se puede complementar con la siguiente fuente: “Para el indio el español fue un intruso o un dios. Alguien que venía a aposentarse en su horizonte geográfico, a derribar sus dioses y a tomar las mujeres de su tribu. Se defiende de él, lo rechaza o acaba replegándose mientras sus mujeres se entregan al blanco para originar el mestizo. Es a través de la india como le llega al mestizo el pigmento amarillo, para vejamen del indio, que no tiene acceso a la mujer blanca”. (Morales Padrón).
Permanente la realidad de los hechos nos demanda recurrir al contexto y justipreciar las acciones humanas. La conquista es un acto de poder, de sumisión, de sometimiento de la voluntad indígena. Una operación traumática que implica un alto costo para el sometido y un esfuerzo de redención para el conquistador. El esfuerzo español de la evangelización va en ese sentido y la diversa comunidad indiana de entonces no tiene ni siquiera una voz común. Significativo es el relato incaico que nos transcribe el Inca Garcilaso de la Vega. Lo cierto que hay un esfuerzo español para la protección del indígena; el Papa Pablo III en 1537 emite la Bula “Sublimis Deus” y proclama que “los indios son verdaderos hombres no sólo capaces de la fe cristiana sino que, según sabemos, acuden con presteza a recibirla”; la actitud del clero español integrador, formador y crítico opositor a la explotación del indio y más tarde defensor del esclavo negro; el del rescate de las lenguas indígenas y el esfuerzo de comprensión de la historia y de la cultura indígena; la promoción humana mediante la enseñanza. Todo este accionar se cristaliza en lo que Santo Tomás Toribio de Mogrovejo llamó “La Nueva Cristiandad de las Indias”.
Próxima entrega final: “Conclusiones: Los términos de la conquista”.