Bartolomé Colón, hermano y lugarteniente de Cristóbal, asiste al incendio de
carne humana.
Seis hombres estrenan el quemadero de Haití. El humo hace toser. Los seis
están ardiendo por castigo y escarmiento: han hundido bajo tierra las imágenes de Cristo y la Virgen que fray Ramón Pane les había dejado para su protección y consuelo. Fray Ramón les había enseñado a orar de rodillas, a decir Avemaría y Paternóster y a invocar el nombre de Jesús ante la tentación, la lastimadura y la muerte.
Nadie les ha preguntado por qué enterraron las imágenes. Ellos esperaban
que los nuevos dioses fecundaran las siembras de maíz, yuca, boniatos y frijoles.
El fuego agrega calor al calor húmedo, pegajoso, anunciador de lluvia fuerte.