Estoy harta de sus críticas. Lo que más irrita a mis compañeros de excursión es la mirada que me atribuyen: murmuran que observo todo en derredor, que no dejo de percibir ningún movimiento de ellos, que no se me puede sorprender, que mi nerviosismo es extremo y que todo me entra por los ojos, esos ojos que ellos sienten como una amenaza que les impide toda intimidad. No los culpo: yo también, a veces, querría tener otros ojos. Pero todas las moscas somos así.
También te puede interesar
Cuando la rapaza entró, cargada con el haz de leña que acababa de merodear en el monte del señor amo, el tío […]
Después de la batalla (de Quebracho Herrado) me acuerdo que el coronel dio orden de enterrar a los muertos. El sargento Saldívar […]
Un otoño me encontré por sorpresa con mi hija María en la acera delante de la relojería; estaba más delgada, pero no […]
El Pack-Choi- o col china- es una amable verdura cuyo tamaño no excede la palma de una mano. Sabrosa, tierna y de […]