EL URUGUAY 5 La gesta libertadora

El 20 de enero de 1817, el general Carlos Federico Lecor en nombre del Reino de Portugal tomaba posesión de la ciudad de Montevideo iniciando un nuevo período de dominación. Mientras tanto Artigas desechaba el condicionado auxilio del Directorio porteño respondiendo que “no vendería el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad” y combatía en la campaña al ejército invasor del general portugués Curado. Al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves le inquietaba que las ideas republicanas, democráticas y federales se extendieran en el sur de sus fronteras y le preocupaba la reivindicación que Artigas hacía de los territorios de las Misiones Orientales ocupadas en 1801. Lavalleja preso desde 1818, Oribe en Buenos Aires, Rivera incorporado al ejército lusitano y Artigas en el Paraguay marcaron un fin de ciclo emergiendo la nueva figura de la Provincia Cisplatina.

 

Convocado por el rey de Portugal, un congreso de diputados orientales legitimó, en julio de 1821, la dominación extranjera mediante la incorporación de esta provincia a su Reino. Era un territorio devastado por la cruenta lucha: “talados quedaron los campos –anotaba un historiador brasileño-, , destruidas las poblaciones, desiertos los establecimientos de cría de ganado, industria principal y casi única del Estado. Postrados y abatidos, los orientales se encorvaron por fin el yugo de los conquistadores”.

 

            La dinámica de los hechos históricos operó a ritmo vertiginoso. “El imperio eres tú” sentenció a su partida hacia Portugal del rey Juan VI y Pedro, su hijo de clara visión estratégica declaró la independencia del Brasil en el celebrado Grito de Ipiranga del 7 de setiembre de 1822. Mientras tanto, la semilla de la Patria Vieja renacía en los Caballeros Orientales y el pueblo argentino mediante la prensa denunciaba la injusta opresión de este pueblo. Lecor adhiere al nuevo Imperio de Brasil, Lavalleja se instala en Buenos Aires, el Cabildo de Montevideo hace una declaratoria de independencia precursora y sus diputados delegados piden auxilio a las autoridades de Buenos Aires y Corrientes y Santa Fé.

 

En Ayacucho, diciembre de 1824, el general Sucre vence al ejército español, último vestigio de la dominación española en América del Sur. Fue el momento propicio para que Lavalleja, antiguo prisionero político de Portugal, apoyado por Trápani, Manuel Oribe, Manuel Lavalleja, Simón del Pino y Ceferino de la Torre concretaran el conocido desembarco de los 33 Orientales en la Playa de la Agraciada, el 19 de abril de 1825. En el arroyo de Monzón surge el acuerdo entre Lavalleja y Rivera, más tarde las batallas de Rincón y Sarandí dejaron la campaña libre del poder brasileño y los cruzados se empeñaron en lograr el apoyo argentino que luego se consumará en una declaración de guerra al Imperio de Brasil. La tradición institucional española de legitimar el poder por un Congreso representativo devino en un afán institucional con la instalación de un gobierno provisorio presidido por Juan Antonio Lavalleja en Florida y la constitución de una Asamblea  representativa con la finalidad de  declarar la independencia y la unión a las demás Provincias Unidas, declaración proclamada un 25 de agosto de 1825.

 

Una ley de independencia, una de unión y la creación del Pabellón Nacional. Una disputa historiográfica para interpretar la voluntad nacional. Una búsqueda intelectual para discernir sobre las diferencias con las Provincias Unidas del Río de la Plata precisando la existencia de una nacionalidad oriental exclusiva. Zorrilla de San Martín señala un primer indicador independentista a factores geográficos, políticos y sociales; Luis Alberto de Herrera a determinantes sico-sociales marcado por la etnia y las fronteras fluviales; Blanco Acevedo y Pivel Devoto por la rivalidad de puertos; providencialismo en Bauzá y la cruenta participación de los hombres de la cruzada como un camino de ruptura y regeneración patriótica.

 

La victoria en la batalla de Ituzaingó en territorio brasileño, el 20 de febrero de 1827, fue el punto de inflexión con el triunfo del ejército republicano comandado por el general Carlos de Alvear y la decisiva participación de Lavalleja y el ejército patriota. Seis horas de cruento accionar, diez y seis mil soldados en combate, entre ellos tres mil orientales. Pedro I, emperador de Brasil, obligado a negociar la paz con el gobierno argentino pretendió mantener su dominio en estas tierras y la misma aspiración fue sostenida por el Gobierno argentino. Fue necesario, entonces, que Fructuoso Rivera conquistara con su ejército las tierras de las Misiones Orientales para demostrar, una vez más, el destino de una nación independiente.

 

La Convención Preliminar de Paz de 1828 en Río de Janeiro con la mediación inglesa conducida por Lord Ponsomby tuvo claros intereses políticos y comerciales en la región. Las antiguas disensiones con las autoridades porteñas persisten, Lavalleja cada vez más convencido de no pertenecer a las Provincias Unidas. Ponsomby argumenta en favor de un Estado independiente: la Banda Oriental con una superficie territorial similar a Inglaterra, identidad cultural portuaria y de su campaña y la voluntad independentista a través de una lucha sostenida de claros objetivos patrióticos. El resultado de la Convención fue aprobada con énfasis por Lavalleja y trasmitida a las autoridades argentinas.

 

La Asamblea Constituyente y Legislativa aprobó un nueva Constitución de corte democrático, republicano y liberal jurada por los orientales el 18 de julio de 1830. Con una visión reduccionista pretenden atribuirle a la mediación inglesa el factor más importante para lograr la creación del nuevo Estado. Sin embargo están la fuerza de los hechos que van encadenando el resultado de una nación independiente. Fue el sentimiento que privaba en los orientales, un proceso natural ajustado a la realidad. La soberanía particular de los pueblos enunciada por Artigas y sostenida por el pueblo cobró inusual vigencia. Se construyó a través de una lucha cruenta, de valores ideológicos, culturales y políticos de una coherencia constatada desde los inicios de la gesta libertadora.

 

 

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