JUAN ANTONIO LAVALLEJA 8° Entrega

La independencia: resultado de un proceso histórico

La cuestión de la independencia política: sus actores internacionales

La lucha de los dos imperios por la posesión de la Banda Oriental se re-edita con la guerra entre las Provincias Unidas y el Imperio de Brasil. Guerra que tiene su origen en la Cruzada Libertadora y que incorpora de pleno derecho al actor principal para la dilucidación de la cuestión. Pero es desde el centro del poder mundial –Gran Bretaña- desde donde aparece una solución que responde a sus intereses políticos y comerciales.

En 1814 España abandona el escenario del Río de la Plata y emerge la disputa entre federales y unitarios. La invasión portuguesa y el posterior dominio brasileño sobre la “Provincia Cisplatina” es perturbado por la victoria de Ayacucho y el impulso bolivariano de una “nación de repúblicas” hispanoamericanas. La Cruzada desencadena el pronunciamiento argentino, la guerra subsiguiente perturba el comercio del ahora prescindente (sobre las cuestiones del Río de la Plata) gobierno inglés del Primer Ministro Canning.

¿Cuál es la importancia de esta pequeña –en términos relativos- Banda Oriental poco poblada y escasamente urbanizada, pero singularmente poseedora de una fértil y regada pradera habilitadora de una estupenda riqueza ganadera? La geografía alimenta de diversas formas el acontecer histórico y le otorga una importancia estratégica, comercial y en última instancia política. El lado occidental de la América del Sur está huérfana de cuencas hacia el interior del continente, en la costa este emerge la del Amazonas que da acceso a un territorio ecuatorial de profusa vegetación; más al sur la entrada del Río de la Plata cuya capitalidad se estimula por una extensa red fluvial que accede al corazón del continente y con una naturaleza pródiga, propicia para el cultivo de cereales y la riqueza ganadera.

Las oscilaciones sobre su posesión se traslada desde España y Portugal a las Provincia Unidas y el Brasil.. La integración a la antigua jurisdicción del virreinato sufre la dispersión de la rivalidad de puertos y la junta de 1808; una revolución popular a partir de su campaña; una vocación autonomista inspirada en sus caudillos; el federalismo como idea política, los hechos históricos que dan origen a una incipiente nacionalidad oriental, una impronta de lucha y solidaridad de su población. Mientras tanto la presencia extractiva de riqueza del portugués es siempre perturbadora; a la obsesión de la efectiva posesión del territorio mediante asentamientos poblacionales le sigue la guardia fronteriza y la erección de fortalezas; la frontera se presenta como un paradigma; pero también se imbrican sus poblaciones y en esa comunidad alternan los habitantes de uno y otro lado de la misma identificándose en la aspiración común de la autonomía llámese oriental o riograndense; tal es el extremo del espíritu humano.

Un conjunto de elementos dirime la cuestión. Ya han sido expuestos los factores históricos de naturaleza política, geográfica, militar, comercial, económica y especialmente humana: individual y colectiva, forjadora de una tradición singular y sugestivamente enaltecedora: “Artigas fue una víctima de sus propios ideales, destruidos por el mismo provincialismo que había ayudado a crear. Pero en su patria dejó un programa y un núcleo de un movimiento de independencia y esto no podía ser destruido. Juan Antonio Lavalleja, un oficial de Artigas y veterano de las guerras patrióticas, fue el primero en revivir la idea de liberación” (John Lynch).

¿Qué sencillo resulta explicar el proceso de independencia cuando se alude que el factor desencadenante es la intervención británica; o simplemente por sus propios intereses, o por el agotamiento provocado por el esfuerzo de guerra de Buenos Aires y el Imperio de Brasil y la inestabilidad política en sus frentes internos? ¿Cuán coherente resulta el razonamiento para explicar una negociación de paz, cuando el receptor político de las decisiones está ausente de la misma, y sostener al mismo tiempo que uno y otro de los negociadores en cuestión son los naturales poseedores de tan estratégica porción de territorio de la América del Sur? Parecería que un pragmatismo histórico inclinado por los juicios generales y simples debiera otorgar al juicio de la razón la suprema potestad de aseverar el natural destinos “de los pueblos” de la Banda Oriental. Cuando en realidad él existe a partir de las familias, la comunidad, su contexto geográfico, sus costumbres, sus creencias, sus valores morales y espirituales.

Enseguida surge la cuestión de su viabilidad futura que entronca dos problemas: el uno, el de una nación inserta en un mundo global, independiente en términos de la lógica internacional de centros de poder y periferia; el otro su propio fortalecimiento desde dentro para consolidar su independencia y lograr el bienestar de sus pobladores. Desde 1830 y hasta la década de 1870 el proceso muestra una conmixtión de partidos políticos de Uruguay, Argentina e inclusive Río Grande; la Guerra Grande es un ejemplo al que se agrega la pérdida definitiva de las Misiones (tratados de 1852); el esfuerzo del Presidente Bernardo Berro por sostener la independencia política; la negación de viabilidad de Juan Carlos Gómez proclive a una anexión con la Argentina o el propio Ángel Floro Costa sobre un Uruguay brasileño hacia la década de 1870; con Latorre la consolidación del Estado y los partidos políticos prescindentes de su antigua conexión al exterior alentando su conformación y organización interna. Sobreviene el fortalecimiento institucional político, social y económico hacia las primeras décadas del siglo XX, el latino americanismo impulsado por Rodó y el reconocimiento de la cristiandad indiana que nos inserta en el continente. El Uruguay como problema es una anunciación sugestiva para indicar como la discusión continúa a pesar de muchas visiones esclarecedoras de líderes políticos como José Batlle y Ordoñez (una mentalidad uruguaya), Luis A. De Herrera (una mentalidad oriental sostenedora de los principios de neutralidad y convivencia pacífica entre los orientales). La presencia unificadora en lo espiritual de la Iglesia y las distintas versiones de nuestros historiadores con propuesta objetivas y de rigor científico de Juan E. Pivel Devoto y Pablo Blanco Acevedo (“La situación del Uruguay Internacional).

Poco a poco, el Uruguay independiente pasa a ser una historia de larga duración, poseedor de una rica tradición. La Convención Preliminar de 1828 encuentra a sus líderes en sus puestos, sin estridencias hacia afuera pero muy firmes en la interpretación de las aspiraciones de la gente que servían:

“La Banda Oriental es casi tan grande como Inglaterra; tiene el mejor puerto del Plata dentro de sus límites; el suelo es particularmente fértil y el clima el mejor, con mucho de estas regiones; está bien regado y, en partes, provisto de buenos montes. Muchos de sus habitantes tienen grandes posesiones; son tan culto como cualquier persona de Buenos Aires y muy capaces de constituir un gobierno independiente, probablemente tan bien administrado y conducido coo cualquier de los Gobiernos de Sudamérica. El pueblo es impetuoso y salvaje, pero no más que el de aquí (yo creo) como el de todo el continente”. (Luis A. De Herrera: “La Misión Ponsonby”)

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