Ninguna época de mayor alegría que la que nos proporcionó a María y a mí, nuestra tía con su muerte. Inés volvía de Buenos Aires, donde había pasado tres meses. Esa noche, cuando nos acostábamos, oímos que Inés decía a mamá: -¡Qué extraño!… Tengo las cejas hinchadas. Mamá examinó seguramente […]