HISTORIA DE LA LECTURA Y DE LA ESCRITURA 4

Metas y objetivos

La historia de la lectura y de la escritura persigue cuatro objetivos principales. En primer lugar la tarea es encontrar al lector destinatario o al público deseado y reclamado por autor y editor. El lector destinatario puede dejar huellas en el texto propiamente dicho, pero las pistas más claras suelen encontrarse en las estrategias comerciales o editoriales elegidas por el editor para llegar al mercado deseado. Las novelas de Walter Scott, por ejemplo, que eran inmensamente populares en la Europa de principios del siglo XIX, a veces se presentaban como historias de amor y a veces como novelas históricas realistas. De manera similar, algunas ediciones de las novelas de Julio Verne enfatizaron su valor pedagógico -las trataban casi como si fueran lecciones de geografía-, mientras que las ilustraciones a veces arruinaban esta estrategia de marketing al poner de relieve la aventura y el suspenso, que atraían a los varones jóvenes. En la elección del precio y el formato, en la calidad del papel y de la encuadernación, en el tipo de letra y la diagramación, en la presencia o ausencia de ilustraciones y en las tácticas de marketing puede detectarse el lector destinatario.

En segundo lugar, estamos a la caza del lector real y sus respuestas. Esto implica varias limitaciones, y necesitamos consultar las fuentes normativas, es decir, todas las presiones, prohibiciones e instrucciones a través de las cuales las elites y otras instituciones buscan canalizar y estructurar la lectura de cada individuo y promover lo que creen que debe leerse. Sin embargo, para encontrar a los lectores de carne y hueso debemos sumergirnos en sus autobiografías, ya sean orales o escritas, espontáneas o nacidas de la coerción de un confesor espiritual. Los lectores han escrito acerca de sus lecturas y sus reacciones y, al hacerlo, produjeron material valioso para el estudio de las prácticas de lectura del pasado.

Una tercera meta, por cierto más general, es poner en contexto histórico el encuentro entre el lector y el texto. La forma material del libro es un ingrediente importante a la hora de identificar un mercado y obtener ciertas respuestas de lectura. Los modos que un texto llega a sus lectores puede afectar la manera  en que se lo recibe. El bagaje y la cultura de cada lector incidirán también en como este se apropia del texto. La historia de la lectura será, entonces, el estudio de cómo el lector atribuye significado a los textos y de las normas y prácticas que determinan como entendíamos y utilizábamos la literatura del pasado.

El cuarto objetivo es demostrar la democratización de las prácticas de escritura en todas sus ramificaciones. Esto conlleva la necesidad de explorar de qué manera el creciente dominio de la palabra escrita sirvió a los gobiernos y abrió nuevas posibilidades para la comunicación individual. El acceso a la escritura ha contribuido a la emancipación de los trabajadores y las mujeres. Este proceso liberador ha dependido siempre de la evolución de la escritura como una tecnología en desarrollo. Los múltiples usos de la escritura  -burocráticos y religiosos, o domésticos y familiares- forman parte de la historia de la cultura escrita del mundo occidental. Plantean interrogantes acerca de la compleja relación entre las culturas oral y escrita en las sociedades preindustriales.

En esta historia, se destacan varios puntos de inflexión, y las revoluciones que se plantean en el libro ayudan a encuadrar lo que se expone a continuación. Una de las primeras revoluciones fue la invención del códice, cuyas ventajas permitieron poco a poco reemplazar la escritura en rollo. Otra fue la invención medieval de la lectura silenciosa como método normal de apropiación textual, que gradualmente ocupó el lugar de la lectura en tanto de representación oral y actividad comunitaria. Claro que la lectura en voz alta no desapareció; todavía existe en contextos diferentes y específicos y es importante estar al tanto de ellos. El tercer hito lo constituyó la invención de la imprenta cuyo papel ha sido por demás sobrevalorado. El siglo XIX produjo la cuarta revolución en el ámbito de la lectura y de la escritura: fue testigo de la industrialización del libro y del advenimiento de la cultura literaria de circulación masiva.

Por último, la aparición del texto computarizado nos trae al presente. Algunas reacciones contemporáneas frente al hipertexto evocan misteriosamente las reacciones que en el siglo XV despertaban los impresos y que iban desde desmesurados elogios a la nueva utopía hasta francas profecías de perdición. A pesar de estos paralelismos, la revolución cibernética ha demostrado ser más profunda que la invención de Gutenberg en el sentido de que cambió por completo la forma material del códice tal como prevaleció a lo largo de, por lo menos, 1.500 años. Al mismo tiempo, ha llamado a la participación sin precedentes del lector en el texto al cambiar la manera en que escribimos tanto como la manera en que leemos.

Martyn Lyons: “Historia de la Lectura y de la Escritura”

en el Mundo Occidental”, 2024.

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